Un hombre que vino de Tampico se enamoró de esta Ciudad, tanto que dedicó su vida a cantarle, a narrarla y describir sus idas y venidas, su metro, el periférico y hasta los intelectuales que han llenado sus bares y cafés desde hace muchos años.
Armando Vega-Gil, que ya roquea junto a su amigo en otro barrio, relata su despedida con el cantante rupestre en la estación del metro Centro Médico, y que Rockdrigo le deseó: “¡Feliz navidad! Por si no llego”. También contaba que le chocaba que se mofaran de su partida indicando que había muerto de un “pasón” de cemento. Enojo justificado.
Rockdrigo amaba tanto la Ciudad que se fue con ella el día que quedó con su “cuerpo maltrecho”. Nunca encontraron sus restos, fueron partes de su guitarra en los escombros de Tlatelolco los que nos hicieron suponer que ahí acabó su historia, una que nos hizo vivir el “Defe” desde otros ojos que veían lo hermoso y lo terrible de esta urbe.
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El 19 de septiembre es un día que los chilangos conmemoramos y tememos, un día en que hemos ganado héroes y perdido todo y también perdimos a uno de nuestros cronistas más rasposos y talentosos. Descansa Rockdrigo, acá te cuidamos a tu “Vieja ciudad de hierro”.
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